Vamos los pibes

domingo, 20 de noviembre de 2011

El 1984 de River


Nunca fueron buenas las comparaciones. Quizás hasta odiosas e innecesarias. Sin embargo, existen ocasiones en las que las pequeñas curiosidades históricas desembocan en una pequeña relación inevitable. Es por eso que una breve lectura de un muy oportuno libro para la reflexión y comprensión filosófica: 1984 (por George Orwell) permite, de alguna u otra forma, poner a la par dos espacios temporales similares en cuanto al contexto en el que sucedieron los hechos.

En el libro, el asfixiante régimen dictatorial y de facto censura los pensamientos más profundos de aquellas personas que, sin ir mas lejos, no comparten la inclinación política del gobierno de turno. Ahora bien, si nos remontamos al mismo año del nombre del texto, pero en relación al mundo River, las comparaciones aparecen simultáneamente. Porque en ese mismo año, River venía de transitar un proceso de administración fraudulenta que encabezaba Aragón Rafael Cabrera. El mismo cometió actos impunes similares que casi desembocan en la quiebra institucional del club de Núñez y en la pérdida de la categoría.

Al mismo tiempo, y como así sucede en el libro, las fuerzas políticas opositoras trabajaban desde las sombra para producir un cambio rotundo en la institución. Ya que la economía estaba devastada y las divisiones inferiores descuidadas por completo.

De la mismas manera, River tuvo la desgracia de contar con otra mancha dirigencial en su historia: la gestión de José María Aguilar. Quizás la peor de todas por las consecuencias repentinas que tuvo su gobierno en el club. Con venta de porcentajes de jugadores de inferiores al extranjero y cheques rebotados por doquier. Y como también pasó en 1984, la lucha política por destituir un proceso e imponer otro fueron parte de la dura pelea que significaron las elecciones en el 2009, que finalmente dieron como ganador a Daniel Alberto Pasarella.

En ambas espacios temporales, los respectivos dirigentes censuraron a la opinión del socio común y a la de
18 millones de hinchas. Y por su puesto,  no derivó en un final feliz para River. Porque mas allá de que descendió, los problemas entre los directivos continuaron y los actos de violencia, como ya habían sucedido en otras oportunidades, no cesaron. Y pese a que las comparaciones son odiosas, si algún dirigente se toma el tiempo de leer estas líneas, sería oportuno empezar a tomar conciencia y volver a trabajar en un camino que beneficie al club y a todos los aficionados riverplatenses. 

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