Hay quienes dicen que hay que morir para resucitar. Que de las peores miserias individuales y colectivas el espíritu, ego o temple sobreponen hasta el más débil de los vencidos. Esto sucedió en River. Que murió hace ya mucho tiempo, pero la esperanza del retorno a lo más alto lo hace aún más grande en esta crisis. La pregunta del millón es cuando empezó a morir. La respuesta es simple: cuando se optó por deshacer en lugar de generar.
Los ocho años de gestión de José María Aguilar fueron realmente catastróficos. Y mucho más aún si tenemos en cuenta el interrogante sobre los números de caudal económico que sustentó a River gracias a las ventas de jugadores surgidos de su cantera tan codiciada por los equipos europeos.
Repasemos, en la era Aguilar, las ventas más rutilantes de la institución millonaria fueron: Javier Mascherano por 15 millones de dólares al Corinthians, Martín Demichelis por 5 millones de dólares al Bayern Munich, Andrés D'Alessandro por 9 millones de euros al Wolsfburgo, Carrizo por 7 millones 500 mil dólares a la Lazio, Maxi López por 7 millones 200 mil euros al Barcelona de España, Cavenaghui por 12 millones de euros al Spartak de Moscú. Y desde el año 1995 al 2005 la cifra de recaudación de River por venta de jugadores es, rotundamente, impresionante: 228.377.000 millones de dólares. Números sorprendentes tendiendo en cuenta que, hasta hace menos de un año, el pasivo de River era muy grande con una deuda, de alrededor, de 200 mil millones de pesos.
Las conclusiones turbias son inevitables al repasar la cantidad de dinero que recaudó River por estos ingresos de ventas. Se podrán decir muchas cosas. Que se robó por ejemplo. Pero la palabra "robo" tiene mucho menos valor en comparación con lo que, realmente, sucedió en River. Porque al club lo vaciaron literalmente. Y lo que más le indigna al hinchas común, aquel que paga una cuota social o no para ir a ver al equipo de sus amores, es que con el correr de los años los bolsillos de esos dirigentes corruptos y nefastos se fueron llenando paulatinamente al declive institucional de la banda.
Pero quizás la mejor maniobra para los dirigentes, que les salió fructífera como para seguir saqueando las arcas de la tesorería del millonario, fue la venta de porcentajes de jugadores, mayores y juveniles, a empresas fantasmas y a clubes como el Locarno de Suiza y el Villarreal de España. Negocios redondos según los dinosaurios que pisaron al club como si fuera un insecto inmundo.
Ya en su último año de mandato, al aparato político del "sopa" (como así llamaban a Aguilar sus allegados y amigos) no se le ocurrió mejor idea que pintar el estadio. Y de una forma tan particular como sucia. Se le otorgó porcentajes de jugadores a la empresa de Sinteplast, a cambio de que se pinte todo el Monumental. Algo tan bochornoso como cruel. Tanto por parte de los dirigentes de turno, como por el lado de los jugadores que se llamaron silencio y dieron el visto bueno a la operación mas alevosa en la historia de River Plate.
Es obvio que no hay mal que dures cien años. Tampoco existe quien los resista. Pero, de alguna u otra forma, River está en etapa de reestructuración. Se está asentando en una categoría, totalmente, ajena a la rica historia del club pero con la grandeza propia de un gigante dormido en vías de recuperación. Y con el trabajo serio y continuo en un proyecto a largo plazo, el club retornará al lugar que siempre ocupó. El más grande...Lejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario